A partir de la actividad eruptiva en el Volcán de Colima de 1975-1976, numerosos investigadores e investigadoras, nacionales y extranjeros, pusieron especial interés en el estudio de la actividad del volcán en tópicos muy específicos; sin embargo, la ausencia de un centro que organizara el trabajo y gestionara los recursos para ello impidió en muchos casos la continuidad de estas investigaciones. No obstante, fue de gran importancia el trabajo realizado en ese momento por la Universidad Nacional Autónoma de México y la Universidad de Guadalajara.
Después de la creación del Centro de Investigaciones en Ciencias Básicas de la Universidad de Colima (1984) y gracias a las estrechas relaciones con el Servicio Sismológico Nacional, en diciembre de 1985 comenzó a operar un sismómetro instalado en el cerro de La Cumbre.
Entre enero y febrero de 1986 se puso en funcionamiento una red temporal con sismógrafos portátiles instalados en las comunidades de Colima, El Fresnal y La Yerbabuena. En mayo de 1988 se instaló una red temporal con tres sismógrafos portátiles en el lugar conocido como El Playón. Ese mismo año, se inició un proyecto de colaboración entre el Instituto de Geofísica de la UNAM y la Universidad de Colima con la finalidad de instalar un dispositivo de monitoreo. En junio de 1989 se instalaron y se pusieron en servicio las primeras estaciones de la Red Sismológica Telemétrica del Estado de Colima (RESCO). Es a partir de esta fecha, que se tiene un registro continuo de la actividad del Volcán de Colima y es por esta razón que nuestro Observatorio es el más longevo del país.
Cinco meses antes, se había realizado en Ciudad Guzmán el Primer Congreso Vulcanológico, que fue antecedente de las Reuniones del Volcán de Colima y que fue organizado por miembros de la Universidad de Guadalajara, en el cual se presentaron algunos estudios sobre la actividad volcánica. Ya en 1990 la sede se trasladó a la ciudad de Colima y se organizó la Reunión Internacional Volcán de Colima, siendo apoyada por diversas instituciones en colaboración con la Universidad de Colima. Desde entonces, cada dos años se realiza dicho evento.
Ese mismo año, la Organización de las Naciones Unidas designó a la década de los 90 como la década para la reducción de desastres naturales, por lo que solicitó a todos los gobiernos del mundo que realizaran un esfuerzo extraordinario para poner en marcha investigaciones multidisciplinares en colaboración entre las naciones, encaminadas a estudiar las causas, paliar los daños y, si es posible, predecir la ocurrencia de las catástrofes naturales que con mucha frecuencia sorprenden y asolan amplias regiones del planeta, ocasionando numerosas muertes y produciendo cuantiosas pérdidas materiales.
Durante la referida década, el Volcán de Colima fue incluido por la UNESCO como uno de sus volcanes tipo, por lo que el estudio de su evolución y posible actividad futura recibió mayor atención.
A partir de la crisis volcánica de 1991, la Universidad de Colima creó el Centro Internacional de Ciencias de la Tierra, que se mantuvo solo por algunos meses para convertirse, a principios de enero de 1992, en el Centro Universitario de Investigaciones en Ciencias de la Tierra (CUICT), mismo que durante la reunión de la World Organization of Volcano Observatories (WOVO) en la Isla francesa de Guadalupe, en diciembre de 1993, fue inscrito formalmente como Observatorio Vulcanológico.
Las instalaciones que ocupa actualmente en el campus Colima se inauguraron en febrero de 1994, con fondos aportados tanto por el gobierno del Estado como por la Universidad de Colima. Ese mismo año, el Consejo Nacional para la Ciencia y la Tecnología (CONACYT) apoyó un proyecto sobre mapeo geológico del Volcán de Colima y otorgó recursos para la compra de equipo y acondicionamiento de las instalaciones.
El impulso que desde el Instituto de Geofísica de la Universidad Nacional Autónoma de México se le dio a la investigación del Volcán de Colima en ese tiempo fue muy importante, permitiendo mantener un monitoreo mínimo de la actividad durante los siguientes años. En noviembre de 1998, durante la crisis volcánica que culminó en la erupción del 20 de noviembre, los miembros del Observatorio Vulcanológico formaron parte medular del Comité Científico Asesor Volcán de Colima, que desde entonces adquirió la responsabilidad de informar a los sistemas de protección civil de las condiciones de la actividad volcánica.
En la actualidad, en el Centro Universitario de Estudios Vulcanológicos de la Universidad de Colima se está trabajando en la mejora de la instrumentación existente y en la instalación de nuevos equipos que permitan tener un monitoreo lo más completo posible de la actividad del volcán. Asimismo, el personal que allí labora ha realizado cursos de capacitación, actualización y estancias de investigación en países como Japón, Indonesia, Estados Unidos, España, Italia, Costa Rica, Argentina, Chile, Nicaragua, e inclusive en regiones volcánicas de la Antártida, manteniendo además proyectos de colaboración con distintas instituciones nacionales e internacionales.
Durante los últimos años, Colima se ha convertido en uno de los sitios que más interés han atraído debido a sus condiciones geológicas, geofísicas, sismológicas y vulcanológicas. Diversos proyectos de investigación nacionales e internacionales, en conjunto con la labor realizada por la Universidad de Colima dentro de sus cometidos propios, han permitido avanzar significativamente en el conocimiento de la evolución geológica de la región de Colima, de las características de su actividad sísmica y volcánica presente y pasada, de sus fenómenos hidrometeorológicos, y de muchos otros aspectos de relevancia científica pero igualmente importantes para la planificación del desarrollo futuro de la región.
Colima es uno de los lugares volcánicos más interesantes, produciendo un aceptable volumen de información disponible que atrae la atención de investigadoras e investigadores interesados en convertir al Volcán de Colima en objeto de futuros proyectos.